El Madrid de los Austrias permite conocer cómo era la villa en los siglos XVI y XVII durante el reinado de la Casa de Austria. Podemos decir que se conoce como Madrid de los Austrias a una zona del casco histórico madrileño formada en su mayor parte por callejuelas estrechas y sinuosas, plazas, plazuelas, palacios, palacetes, iglesias y conventos. Se trata del trazado medieval de la ciudad, que hoy en día todavía puede verse en buena parte del centro de Madrid.
Recorrerlo permite hacerse una idea de cómo era la ciudad hace siglos, y compararlo con otras zonas de la capital sirve para apreciar cuánto ha cambiado Madrid con el paso del tiempo. Los monarcas que reinaron en el Madrid de los Austrias fueron Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Resulta curioso constatar cómo el Madrid de entonces, la corte de uno de los imperios más poderosos que existían en el mundo, no hacía ostentación de su poder a través de sus construcciones, que resultaban más bien sobrias en comparación con la grandeza de la villa.
Madrid no era una ciudad que impresionase al visitante por su monumentalidad; más bien al contrario: era una ciudad sencilla, casi austera. El edificio más importante era el Real Alcázar de Madrid, que funcionaba como palacio real de la monarquía. El Alcázar desapareció en un incendio en el año 1734; sin embargo, sí que se mantienen otras construcciones destacadas del Madrid de los Austrias, además de una parte notable de la estructura urbanística de la zona. Hoy visitamos parte de ello en nuestra sección Lugares Con Mucha Historia, después de nuestra anterior parada en el Museo del Ferrocarril.
IMAGINANDO EL MADRID DE OTROS SIGLOS
Si bien no hay una delimitación exacta que defina qué espacio ocupa el Madrid de los Austrias, podemos decir que se sitúa entre los barrios de Sol, Palacio y La Latina, en pleno distrito centro.
La calle Arenal, la calle de Toledo, la calle de Bailén, la Plaza de la Paja, la Plazuela de San Javier o la Puerta del Sol son espacios de la ciudad circunscritos al Madrid de los Austrias.
Hoy en día resultan grandes reclamos turísticos, pues además de su interés monumental permiten imaginar cómo era el Madrid de esa época. Como podemos ver en las fotografías que ilustran este artículo, muchas de las calles de aquellos días eran intrincadas y poco espaciosas; en ocasiones, callejas angostas que se arracimaban formando lo que hoy conocemos como el casco viejo de Madrid, en pleno centro de la ciudad.
No era así siglos atrás, pues estas calles se ubicaban en el extrarradio de la villa (hay que pensar que en el siglo XVI Madrid tenía una población que oscilaba entre los 10.000 y los 20.000 habitantes). Calles como la Cava Alta, la Cava Baja, la calle del Codo o la calle de la Pasa conservan todo el encanto de esas callejuelas que no parecen propias de una gran urbe, pues su forma y su recorrido sugieren más bien las de una pequeña ciudad, o incluso las de un pueblo.
Por otro lado, son innumerables las plazas, palacios, iglesias y conventos que podrían citarse. Algunos ejemplos: la Iglesia de San Nicolás de Bari, el Monasterio de las Descalzas Reales, el Palacio de los Vargas, la Plaza del Cordón o la Plaza de la Villa.
LA PLAZA MAYOR, SUPERVIVIENTE DE TRES INCENDIOS
Podemos decir que la construcción más importante del Madrid de los Austrias después del Alcázar fue la Plaza Mayor. Situada a 300 metros de la Puerta del Sol, sus orígenes se remontan al S. XVI. Se edificó en lo que entonces eran las afueras de la villa medieval de Madrid, justo donde confluyen las calles Toledo y Atocha. La Plaza Mayor fue un encargo de Felipe II que finalizaría en 1619 el arquitecto y pintor Juan Gómez de Mora. Esta plaza sustituyó a la Plaza del Arrabal, empleada antiguamente como mercado de abastos, y padeció tres importantes incendios: uno en 1631, otro en 1672 y el último en 1790. El arquitecto que se encargó de reconstruirla de este último incendio fue Juan de Villanueva (las obras de reconstrucción fueron terminadas por sus discípulos en 1854).
¿SABÍAS QUÉ…?
El trazado del Madrid de los Austrias no era muy del agrado de la monarquía, que casi siempre evitaba transitar por esas calles pequeñas y estrechas. Por este motivo se construyeron varios túneles secretos que llegaban hasta el Alcázar; así se facilitó que la realeza no tuviera que mezclarse con el resto de la población cuando salía o entraba a su residencia. Hasta donde se sabe, hay dos túneles documentados: uno que unía el Alcázar con la Iglesia de San Gil, y otro con el Monasterio de la Encarnación.
Imágenes 01, 02, 04, 05, 06 y 07: José Javier Martín
Imagen 03: Museo Arqueológico Nacional
Imagen 08: Jean-Pierre Dalbéra
Imagen 09: Fred Romero